La Batalla de los Actos Inocuos



No es una batalla por lo que sentimos,
es por lo que no decimos.
Es la batalla por los actos inocuos
que traduzco por puñaladas en el centro de mi devoción.

Es el baile de las sombras
que sisean cual carroñeros entre los cuerpos amantes.
Francotiradores hijos de puta
que corrompen los besos, los abrazos y hasta los momentos.

Intento encenderme en neón a modo de antídoto,
pero la dinamo late con palabras pronunciadas,
esas temerosas de nacer, esas de -no rayes, no te rayes-.

No es batalla de lo que es,
es batalla de lo que no se ve,
batalla por lo gris del entusiasmo.
Es la batalla de la no batalla.




Mi rotundo



Qué rotundo este ir y venir;
toda mi vida curtida con fragilidad.
Ahí están mis méritos pasajeros
que son mis pasajeros minimizados.

Será que quiero más.
No duplicarme
sino implosionar como un loop espiralmente mejorado.
Artesanarme por todos mis recónditos.

Asumo esa columna de ceniza
y apuntalo mis tabiques cada vez menos.
Mientras,
construyo
con el mármol de mi atención a mis balas hijas de mi inercia a suicidarme.

No quiero más esa ceniza,
esos malditos titubeos.
¡Qué se joda mi ego y su gusto a morir!
¡Qué mi rotundo sea ley y estar!


Foto Flora P.